Nuestra Universidad celebra sus 130 años

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En el marco de los 130 años de la UC, la académica de Historia Sol Serrano reflexiona respecto de las rupturas que esta institución ha generado tanto en los ámbitos político social, como en el campo del descubrimiento y de la invención de nuevos saberes. #130AñosUC

"La Universidad Católica es una universidad paradójica. Ahí reside, a mi juicio, su identidad más fuerte y la menos evidente. La paradoja viene de que, por ser católica, encarna una  tradición. El catolicismo, como toda religión institucionalizada, es una tradición y una memoria. Una memoria que no es el recuerdo de su momento fundante sino la vivencia de ese momento como presente vivo. La Universidad es parte de esa tradición y por tanto de acuerdo a los cánones modernos será siempre, de alguna forma, conservadora. Y al mismo tiempo, y de acuerdo a los mismos cánones, es una Universidad que irrumpe y marca momentos icónicos de ruptura, del choque entre el tiempo nuevo y el tiempo viejo. 

Una forma de ruptura ha sido en el ámbito político social y la otra, en las formas de conocer. La UC fue en los años 30 una institución que representaba el catolicismo ultramontano más conservador y en sus aulas se forma una nueva generación de jóvenes social cristianos que llevarían los vientos hacia una Iglesia social en diálogo con su tiempo. Uno fue santo, Alberto Hurtado; otro fue presidente, Eduardo Frei. Luego vendría la segunda generación de ruptura con las jerarquías, con todas ellas, partiendo por la propia. Querían romper con los paradigmas sociales. Otro grupo, de la misma generacion, rompió con los paradigmas económicos. Una Universidad que había nacido por la defensa de la libertad de enseñanza fue intervenida por el Estado. Algo allí rompió su corazón, pero se vivió de formas muy distintas al interior de la propia Universidad.  Serían nuevos jóvenes los  primeros en organizarse como Federación para oponerse en los 80 a la dictadura. Y más tarde llega otra que transgrede todos los símbolos conocidos, son mujeres que con el torso desnudo reclaman los derechos de las mujeres y el fin de los abusos. Todo puede pasar en la UC, allí donde tantos sentencian que nada puede pasar. 

La segunda ruptura de esta Universidad ha sido en el campo del descubrimiento y de la invención de nuevos saberes. Pocas universidades vivieron con tanto conflicto y a la vez con tal radical convicción y éxito el paso hacia ser un centro de investigación y no solo de formación de profesionales. Decir investigación es un término que a estas alturas es tan propia de las agencias y de rankings. Digámoslo desde su épica: la pasión por correr las fronteras de los trazados conocidos y correrlas para transformar aquello que agrede la dignidad. Quizás por eso el principal desafío que le plantea su propia historia es ser una universidad plenamente humanista donde las distintas disciplinas dejan de tener apellidos entre exactas, naturales, sociales, humanidades, porque son todas humanistas.

La UC no es una institución “de“ la sociedad, aunque lo sea, sino que ha buscado ser “para” la sociedad. Dentro de ella, la adhesión a la tradición y a las rupturas son muy diversas. Pero nadie dentro de ella se ha escapado de vivir ambas. Por eso la UC ha sido parte activa en la historia de Chile, de sus tensiones, de sus conflictos, de sus conquistas. 

Si la UC ha marcado mi vida es por eso. Es porque en ella el sentido de la tradición y del sentido del cambio se conjuga con sorpresa y con cierta inasible sabiduría. Su secreto es que la paradoja no es tal, que su sello está en creer y en crear.


*Esta nota es parte de la Campaña #130AñosUC 




INFORMACIÓN PERIODÍSTICA
Nicole Saffie, Dirección de Comunicaciones